lunes, 9 de marzo de 2009

Subgeneros épicos (Ale López)

Subgéneros épicos



Literatura de la Edad Media

El género épico se transmitía a través de los juglares que seguían de cerca las huellas de Homero. Sus creaciones tendían a celebrar el amor, moralizar y satirizar a la sociedad y sus fallas.








Los juglares




La palabra juglar deriva de las raíces latinas: jugar y yugo, lo que refería dos aspectos de su arte:
1.Como la poesía épica no se consideraba un arte serio, se hacía alusión a que el juglar entraba al “juego de la poesía”.
2. El juglar estaba sometido al yugo de la creación.





Se ganaban la vida actuando ante el público, para recrearle con la música, la literatura o la charlatanería. Los juglares más conocidos se dedicaban a la poesía épica y crearon los cantares de gesta, otros se ocupaban de crear la lírica, la sátira y otros géneros no narrativos.







Los cantares de gesta


Características:




  • La épica medieval buscaba crear valores como el amor, filial o cortés, la fidelidad, la fe y unincipiente patriotismo.


  • Lo mágico y lo maravilloso van perdiendo su importancia, los héroes ahora son nobles, no semidioses.


  • Su desarrollo se vuelve local y depende de contextos culturales, en muchos casos el héroe pelea contra el invasor de la tierra amada.

Vertientes


La épica románica: Escrita en dialectos franceses medievales entre los siglos XII y XIII.


El cantar de Roldán, cantar de gesta más antiguo, pertenece a este ciclo, los personajes son a la vez reales y ficticios.


El cantar de Roldán trata la manera en que Carlomagno logró expulsar a los musulmanes de España, y cómo ellos derrotaron al heróico sobrino del emperador y los doce pares de Francia en la batalla de Roncesvalles.


Roldán pelea con la fiereza de Aquiles y se niega a pedir ayuda, hasta caer derrotado, viéndose obligado a destruir su espada Durandarte.




Ejemplos del texto


I


El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande, siete años enteros permaneció en España: hasta el mar conquistó la altiva tierra. Ni un solo castillo le resiste ya, ni queda por forzar muralla, ni ciudad, salvo Zaragoza, que está en una montaña. La tiene el rey Marsil, que a Dios no quiere. Sirve a Mahoma y le reza a Apolo. No podrá remediarlo: lo alcanzará el infortunio.


CV



El conde Roldán cabalga por todo el campo. Enarbola a Durandarte, afilada y tajante. Gran matanza provoca entre los sarracenos. ¡Si lo hubierais visto arrojar muerto sobre muerto y derramar en charcos la clara sangre! Cubiertos de ella están sus dos brazos y su cota, y su buen corcel tiene rojos el pescuezo y el lomo. No le va en zaga Oliveros, ni los doce pares, ni los francos que hieren con redoblado ardor.


CXXXIV



El conde Roldán, con esfuerzo y grandes espasmos, toca dolorosamente su olifante. Por su boca brota la sangre clara, y se ha roto su sien. El sonido del cuerno se difunde a lo lejos. Carlos, que cruza los puertos, lo ha oído. El duque Naimón escucha y como él todos los francos. Y exclama el rey:
¡Es el olifante de Roldán! ¡No lo tocaría si no estuviese en trance de batalla!


CLXXIII



Hiere Roldán la parda roca, y la quiebra de un modo que no os podría decir. Rechina la espada, mas no se astilla ni se parte, y rebota hacia los cielos. Cuando advierte el conde que no podrá romperla, la plañe, para sí, con gran dulzura:
-¡Ah, Durandarte, qué bella eres, y qué santa! Tu pomo de oro rebosa de reliquias: un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de monseñor San Dionisio y un pedazo del manto de Santa María. No es justicia que caigas en poder de los infieles; cristianos han de ser los que te sirvan. ¡Plegué a Dios que nunca vengas a manos de un cobarde! Tantas anchurosas tierras he conquistado contigo para Carlos, el de la barba florida. Por ellas alcanzó el emperador poderío y riqueza.

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