lunes, 9 de marzo de 2009

subgeneros epicos (daniel gomez)

Durante la edad media, el género épico se transmitía a través de los juglares sus creaciones tendían a celebrar el amor Los juglares se ganaban la vida actuando ante el público juglares más conocidos se dedicaban a la poesía épica y crearon los cantares de gesta La épica medieval buscaba crear valores como el amor, filial o cortés,Su desarrollo se vuelve local y depende de contextos culturales épica románica: escrita en dialectos franceses medievales entre los siglos XII y XIII, El cantar de Roldán El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande, siete años enteros permaneció en España: hasta el mar conquistó la altiva tierra. Ni un solo castillo le resiste ya, ni queda por forzar muralla, ni ciudad, salvo Zaragoza, que está en una montaña. El rey Carlos, nuestro emperador, el Grande, siete años enteros permaneció en España: hasta el mar conquistó la altiva tierra. Ni un solo castillo le resiste ya, ni queda por forzar muralla, ni ciudad, salvo Zaragoza, que está en una montaña.
El conde Roldán cabalga por todo el campo. Enarbola a Durandarte, afilada y tajante. Gran matanza provoca entre los sarracenos. ¡Si lo hubierais visto arrojar muerto sobre muerto y derramar en charcos la clara sangre! Cubiertos de ella están sus dos brazos y su cota, y su buen corcel tiene rojos el pescuezo y el lomo. No le va en zaga Oliveros, ni los doce pares, ni los francos que hieren con redoblado ardor.
El conde Roldán, con esfuerzo y grandes espasmos, toca dolorosamente su olifante. Por su boca brota la sangre clara, y se ha roto su sien. El sonido del cuerno se difunde a lo lejos. Carlos, que cruza los puertos, lo ha oído. El duque Naimón escucha y como él todos los francos. Y exclama el rey:
¡Es el olifante de Roldán! ¡No lo tocaría si no estuviese en trance de batalla!
Hiere Roldán la parda roca, y la quiebra de un modo que no os podría decir. Rechina la espada, mas no se astilla ni se parte, y rebota hacia los cielos. Cuando advierte el conde que no podrá romperla, la plañe, para sí, con gran dulzura:
-¡Ah, Durandarte, qué bella eres, y qué santa! Tu pomo de oro rebosa de reliquias: un diente de San Pedro, sangre de San Basilio, cabellos de monseñor San Dionisio y un pedazo del manto de Santa María. No es justicia que caigas en poder de los infieles; cristianos han de ser los que te sirvan. ¡Plegué a Dios que nunca vengas a manos de un cobarde! Tantas anchurosas tierras he conquistado contigo para Carlos, el de la barba florida. Por ellas alcanzó el emperador poderío y riqueza.

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